Al término de la guerra, se fundó el Partido Obrero Alemán, con pocos miembros, que en 1920, tomó el nombre de Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), cuyo líder fue Adolf Hitler
Era necesario buscar un culpable para la crisis alemana de pos guerra y además levantar el ánimo de un pueblo sumido en la derrota. Para ello, el NSDAP basó su programa de acción en culpar a los judíos, a los que consideraba comunistas, que impulsaban las luchas obreras; y capitalistas, especuladores y explotadores del trabajo ajeno.
Indultado en 1924, inició una lucha activa, a través de las SA (sección de asalto), contra los comunistas, aumentando sus representantes ante el Parlamento alemán (Reichstag)
Luego de la crisis de 1929 que afectó a todo el mundo, y muy especialmente a Alemania, aumentó el desempleo y la inflación. Los miembros de NSDAP captaron cada vez más afiliados entre los descontentos, obteniendo en las elecciones de 1932, el 37, 4 % de los votos. Hitler no sólo contó con apoyo local, sino el de los estados occidentales, como Inglaterra y Francia, que lo veían como un arma eficaz en la lucha contra el comunismo que amenazaba extenderse desde Rusia.
En 1933, Hitler asumió como Canciller, cargo equivalente al de Primer Ministro, desde donde comenzó a cumplir sus planes. Disolvió el Reichstag o Parlamento, aprovechando un incendio que había afectado el edificio, prohibió la libertad de prensa y los sindicatos, estableciendo, además el sistema de partido único: el nazi.
Para terminar con la oposición creó las SS y la GESTAPO, cuerpos de policía destinados a destruir toda ideología contraria al nazismo, quienes en 1934 asesinaron a los miembros de las SA, que querían resguardar su autonomía, en el hecho que tomó el nombre de “la noche de los cuchillos largos”.
A la muerte del presidente Hindenburg, Hitler que ya era Canciller, asumió como Führer, reuniendo todos los poderes, dando comienzo a un tipo de estado, conocido como el Tercer Reich, con una fuerte intervención del gobierno, que protegió a los obreros, pero sin otorgarles derechos, como por ejemplo, el de huelga, como en el socialismo, sino determinados por un estado paternalista, que los condicionaba a sus intereses supremos.
Bajo su gobierno, Alemania se fortaleció económicamente, dando impulso a las obras públicas, lo que motivó el apoyo masivo de la población, incentivado por una fuerte propaganda política, a través de la radio y el cine. Hitler llegó al poder con el voto popular, pero luego suprimió sistemáticamente la democracia.
En 1935 dictó las leyes de Nuremberg, por las cuales los judíos se veían privados de su ciudadanía y de los derechos civiles.
En 1938, los judíos fueron responsabilizados de ocasionar los sucesos vandálicos antisemitas, de los que habían sido víctimas, en el que murieron muchas personas y se destruyeron comercios y sinagogas, conminándolos a pagar las reparaciones y multas.
Se obligó a los semitas a identificarse con un brazalete que tenía estampada la estrella de David, llevándolos a vivir a zonas apartadas del resto de la población, en muy precarias condiciones (ghettos).
En el año 1941, Hitler intentó la “solución final”, para erradicar la población judía. Para ello, creó campos de concentración donde las personas aptas para el trabajo, lo realizaban en condiciones tan penosas y forzadas que los llevaban a la muerte, y los ancianos y niños eran asesinados. Muchos fueron usados, también, para experimentación médica.
Con el aparente objetivo de incorporar a los alemanes dispersos en el mundo bajo su órbita, incorporó Austria en 1938, Checoslovaquia en 1939, e invadió Polonia, dando origen a la Segunda Guerra Mundial.
El régimen nazi cayó en 1945, luego de la Segunda Guerra Mundial, dejando un saldo de 6.000.000 de judíos muertos, además de la destrucción material y humana en otros lugares del mundo y en la propia Alemania, producto de la guerra que Hitler originó.